En cualquier conflicto armado, solo hay perdedores

Disruptiva
Lectura de 5 minutos.
Ciudad de Lille, Francia, devastada durante la ocupación alemana, en la I Guerra Mundial, 1916.

Bogotá. Octubre 10 de 2023

Por: Diego Castillo

Fotografía: Museums Victoria en Unsplash

En un mundo que lamentablemente ha sido testigo de innumerables guerras y conflictos a lo largo de la historia, es crucial abrazar una verdad irrefutable: en cualquier conflicto armado, todos resultan perdedores. La romantización de la guerra como un medio para alcanzar la justicia o la victoria es una trampa peligrosa que debemos evitar a toda costa.

El alto costo humano y material de la guerra

Ya sea una guerra a gran escala entre naciones o un conflicto regional impulsado por divisiones étnicas o religiosas, la guerra trae consigo un costo devastador en términos humanos y materiales. Las imágenes de ciudades reducidas a escombros, familias desplazadas y vidas destrozadas deberían servir como un recordatorio impactante de la tragedia que acompaña a la guerra.

La falacia de la victoria definitiva

Aunque algunos argumentan que la guerra puede ser necesaria para proteger valores fundamentales o la seguridad nacional, incluso en estos casos, el costo humano y material es abrumador. Además, la guerra rara vez produce soluciones sostenibles; en cambio, a menudo siembra las semillas de futuros conflictos.

Lecciones de la historia: De la Primera a la Segunda Guerra Mundial

Un ejemplo elocuente de esta realidad es la Primera Guerra Mundial, que se libró con la supuesta intención de poner fin a todas las guerras, pero, en cambio, sentó las bases para la Segunda Guerra Mundial. Incluso en la victoria, los conflictos armados a menudo desencadenan consecuencias imprevistas y a largo plazo que socavan los objetivos iniciales.

La erosión de la confianza y la polarización

Más allá de las pérdidas humanas y materiales, la guerra erosiona la confianza entre naciones y comunidades. Fomenta la desconfianza, el odio y la polarización, perpetuando un ciclo interminable de hostilidad. La construcción de la paz y la reconciliación después de un conflicto armado a menudo se convierten en procesos prolongados y costosos en términos de recursos y vidas humanas.

Ejemplos contemporáneos: Israel y Palestina, Colombia y los falsos positivos

El conflicto entre Israel y Palestina es un ejemplo flagrante de un prolongado y doloroso conflicto sin solución aparente. A lo largo de décadas, ha cobrado un costo humano inmenso y ha dejado a ambas partes sumidas en el sufrimiento. La falta de una solución política y la persistente hostilidad hacen que la paz parezca cada vez más elusiva.

En Colombia, un conflicto armado interno ha prevalecido durante más de medio siglo, causando sufrimiento a innumerables personas y comunidades. A pesar de los esfuerzos por alcanzar la paz total, las profundas divisiones y la desconfianza complican la resolución de este conflicto.

Además, el escándalo de los asesinatos sistemáticos de civiles mal llamados “falsos positivos” en Colombia ejemplifica cómo la guerra puede engendrar corrupción y brutalidad. Miembros del ejército colombiano en complicidad con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), y de algunos miembros de instituciones gubernamentales, empresarios y políticos, asesinaron a civiles inocentes, presentándolos como guerrilleros muertos en combate para inflar las cifras de éxitos militares. Esto socavó la confianza en las instituciones del país y causó un sufrimiento inconmensurable a las familias de las víctimas.

Buscando soluciones pacíficas

En última instancia, en cualquier conflicto armado, todos los involucrados pagan un precio desgarrador. Los niños y niñas, los soldados, las comunidades, las naciones y la humanidad en su conjunto sufren las consecuencias de la guerra, se transforman de actores constructores de la sociedad en víctimas, en cadáveres, en despojos. Y ya no hay vuelta atrás, el daño es duradero e irreparable.

Debemos enfocarnos en encontrar vías pacíficas para resolver nuestras diferencias y colaborar en la construcción de un futuro en el que la guerra sea una página olvidada de la historia en lugar de una realidad presente. Este camino hacia la paz, no es fácil, nos queda un largo camino y la humanidad en su avaricia de dinero y poder lo hará aún más difícil, pero algún día cuando los corazones y las generaciones cambien, será posible.

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